domingo, 2 de noviembre de 2008

EL ASCENSOR (Capitulo 3)


Luego de meditar unos segundos, concluí que seguramente el extraño del teléfono, me estaba invitando a salir nuevamente por donde entré y quizá el ingreso fuese por alguna puerta exterior, de alguno de los dos edificios colindantes. No era descabellado, la única puerta que tenia picaporte, era la de ingreso. Esta vez me dirigí a la misma y esta no se abrió como en la anterior ocasión, por lo que tome la manija y procedí a su apertura. Espere encontrarme nuevamente, el bullicio de una arteria altamente transitada. Pensé que ya me había acostumbrado a todo, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando al abrirla, en lugar de salir nuevamente a la calle Independencia, del populoso y concurrido barrio Nueva Córdoba de la capital cordobesa, desemboqué en la inmensidad de un desértico campo sin limites ni fronteras a la vista humana, sin montanas, sin árboles, ni vestigios de vida alguna. Nuevamente los sonidos eran nulos y a pesar de poder respirar, el aire no parecía tener una presencia volumétrica en el espacio, mucho menos en mi cuerpo. El cielo era diáfano y etéreo con un azul que no existía en la paleta de colores de mi conciencia. Parecía un efecto hollyvoodense de escenografía. No había una sola nube, ni nada que surcara la perfección de su particular color celestial. Todo era exageradamente rectilíneo y simétrico. Mi sensación era de estar completamente solo y abandonado en un mundo que no podía ser mas perfecto. Un extraña ambigüedad que no me resultaba extraña. Era como un recurrente dejavu que formaba parte de mi vida y muchos de sus efectos, son los que me habían empujado a buscar ayuda profesional. Quería correr y trasponer aquellos limites geográficos. Pero sencillamente las fronteras no existían. Mi capacidad de razonar y comprender estaba llegando a limites insospechados. Aun así no lograba entender como pudiese existir semejante extensión de campo, en el medio de una mole de cemento, plagada de edificios, automóviles, ruidos, smog, contaminación, etc. Era simplemente imposible y lo mas probable era que mi imaginación estuviese nuevamente jugando con mi sentido de la realidad.
Tome aire como intentando lograr un control de la situación y deduje: si la vez anterior entre y salí por la misma puerta, seguramente esta no será la excepción?. Me di vuelta buscando la puerta que había conducido del hall a esta especie de paraíso idílico y como las veces anteriores, nuevamente un mensaje de texto se hizo presente en mi celular. El mismo decía: porque miras al cielo, si la salida esta a tus pies? Firmado: Deje sus problemas bajo tierra. Automáticamente miré al suelo y descubrí que estaba parado en una compuerta, como las que había visto en algunos sótanos de casas antiguas o las que se encuentran en viejas iglesias de Córdoba. No eran extrañas para mi, porque había cursado desde jardín de infantes en un colegio salesiano y ratearnos en la iglesia de las tediosas materias de contabilidad, había sido uno de nuestros pasatiempos predilectos. Me retiré unos pasos para poder asir una gran manija de bronce que se encontraba en el extremo derecho de la misma. Luego de algunos intentos, porque aquel trozo de madera y remaches de acero realmente tenia un peso considerable, pude abrirla y descubrir un receptáculo de unos 2,50 metros de profundidad por unos 2 metros cuadrados de ancho. Si bien la luz del ambiente permitía vislumbrar algo de su interior, la visibilidad no era perfecta para darme cuenta, que lo que estaba bajo mis pies, cambiaria para siempre el significado de mi vida.

Continuara