lunes, 26 de junio de 2006

RSE: Responsabilidad social empresaria o i-responsabilidad social del estado?

Las empresas cumplen roles cada vez más trascendentes en la relación de las personas. Cientos o miles de individuos, según sea el tamaño de la organización, conviven diariamente mas horas entre si que con el resto de sus familiares, lo que genera una verdadera comunidad o aldea laboral paralela, que requiere de deberes y obligaciones a cumplir, para generar un clima de trabajo favorable para la empresa y adecuadas relaciones interpersonales.
Pero que rol cumple la organización con la sociedad, en lo que a responsabilidad social respecta?
Es cada vez mas frecuente escuchar o leer en los medios de comunicación, de la ingerencia que las organizaciones tienen en el devenir de las comunidades donde están insertas y de la directa relación que tienen su comportamiento con los factores de pobreza, de salud y de riqueza de sus habitantes. Se presupone que las empresas además de brindar trabajo, pagar sueldos, cumplir con las cargas impositivas y sociales, enfrentarse a las regulaciones de precios y salarios impuestas por el estado, además de generar la mejor contención laboral posible, tienen la obligación de cumplir con roles que han quedado huérfanos de un estado anárquico, anómico e ineficiente, que no ha sabido cumplir con los objetivos básicos capaz de satisfacer las necesidades primarias que demandan los contribuyentes, pero que los autores de la disciplina entienden que dicho vacío del estado, son responsabilidad excluyente que deben asumir las empresas.
Los apuntes de textos y las materias sobre RSE, no escatiman en extensos y pronunciados discursos sobre la falta de ética de empresas que contemplan al hombre como mero generador de capital y lo definen como un eslabón de una gran maquina mercantil que solo sirve en función de lo que genera y no sopesa en ningún momento, las necesidades por mas elementales y urgentes que estas sean.
En cada párrafo que reza sobre los fundamentos de la imperiosa necesidad de establecer políticas de RSE, se divorcia sistemáticamente lo económico en detrimento de lo social, tomando una actitud hipócrita y tergiversial de la real naturaleza de una organización que persigue fines de lucro, como si este fin fuera el octavo pecado capital.
Menciono la hipocresía porque muchos de los autores con reminiscencias románticas y bohemias que enarbolan los conceptos de la RSE, analizan a las empresas como si estas estuvieran totalmente ajenas a un sistema capitalista de libre mercado y de economía de escala global y que en su defecto pertenecieran al país de las nubes de Úbeda y que por el contrario pretendieran de ellas, grandes orbes de benefactores sociales capaz de contener con voluntarismo, lo que a un estado acéfalo se le escapa diariamente, como agua entre los dedos.
Cabe mencionar que cualquier sociedad jurídicamente organizada, paga de promedio un 35% en concepto de impuestos a las ganancias, un 21% de iva, además de altísimos gravámenes como ingresos brutos, contribuciones municipales, cargas sociales e impuestos al cheque, por ejemplo; que en la teoría deberían servir de sobras, para soportar el tejido socio-económico de una sociedad.

Digo tergiversial porque parece que ciertos autores, sociólogos y referentes religiosos, pretenden ocultar el sol con un dedo bajo toneladas de información literaria, poniendo en dudas la verdadera naturaleza que las organizaciones comerciales de todo el mundo persiguen, que es indudablemente generar todo el dinero posible, con el menor costo posible, aumentando cada vez mas la rentabilidad de sus operaciones.
Pero no es necesario que las empresas además de enriquecerse, contribuyan con el bienestar social de la comunidad que pertenecen?
Es indudable que si. No hay organización exitosa que pueda desarrollarse favorablemente en una sociedad empobrecida, salvo que esta solo utilice un lugar geográfico de asentamiento, pero que la comercialización de sus productos o servicios, este destinada a otros mercados (Cualquier semejanza con la realidad, no es pura coincidencia). Las organizaciones tienen la obligación moral y además la obligación penal en países como Canadá, que mediante el balance social tienen que demostrar legalmente su contribución a la sociedad, en establecer políticas favorables de bienestar para el desarrollo social y equitativo de la comunidad.
Pero porque pedirle a una organización comercial que esta habituada a usar el dinero como referente común de su actividad, que prescinda de esta lógica para enfrentar políticas de RSE frente a la comunidad sin percibir una cuota de valor en su acción?
Es como si a un hombre de repente lo obligaran a meter su cabeza bajo el agua y le ordenaran que de aquí en más tenga que respirar en el medio acuoso para sobrevivir. Pensar de esta manera es desconocer la real naturaleza que persigue cualquier organización mercantil, donde la generación de divisas económicas es el aire que toda empresa necesita para subsistir, convirtiéndose en una de las recompensas principales y vitales que estimulan la actividad.
En su lugar no procedería contra natura y propondría seducir a que las empresas cumplan con políticas de responsabilidad social estimuladas por recompensas económicas. De hecho se podría establecer un decálogo de acciones que las organizaciones deben implementar para fomentar el desarrollo y bienestar social en un lapso de tiempo establecido y consensuado con el estado, acompañado por una escala de quitas graduales en impuestos a las ganancias o impuesto a los bienes personales, por ejemplo.
Este modelo lo aplican con éxito países como Estados Unidos, para fomentar que las grandes corporaciones efectúen importantes donaciones a instituciones de bien público, a cambio de exenciones impositivas en sus empresas.La responsabilidad social empresaria tiene un gran desafío para ser valorada en el corto plazo, como una disciplina capaz de ayudar a un mayor bienestar social de las comunidades y poner limites a lo que las organizaciones pueden y deben hacer por la sociedad. Sin dudas alcanzar los objetivos estará dado en función a si las políticas se instrumentan dentro de las reglas de juego vigentes de las grandes corporaciones o si se pretende un planteo utópico y descarnado de toda realidad posible del mercado.