viernes, 25 de noviembre de 2005

Con la musica a otra parte.


Imaginese que usted se dirigiera a la carameleria de un shopping antes de ingresar al cine y le pidiera a la vendedora que le diera un kilo de caramelos surtidos, distribuidos en 250 Grs sabor frutilla, 150 Grs sabor vainilla, 400 Grs sabor dulce de leche y 200 Grs sabor limón y esta le respondiera:
- No puedo fraccionar los sabores, tiene que llevar una bolsa cerrada de un kilo para cada gusto.
Ante semejante respuesta usted la miraría con cara de pocos amigos y seguramente se daría media vuelta, sin comprar absolutamente nada.
Ahora intentemos respondernos juntos:
- Si esto en la practica no ocurre y efectivamente usted puede comprar caramelos distribuidos según su preferencia, explíquese porque tiene que adquirir un CD de música con 15 temas cuando realmente le gustan solo 3?

La industria musical se enfrenta a uno de sus peores enemigos: la piratería, que arteramente sesga el trabajo de productores, interpretes, músicos, autores, disquerías, etc. con cada CD ilegal que vende en las esquinas de la peatonal o que se anuncian en los clasificados de importantes diarios, ante la pasiva impunidad de la sociedad y la patética inacción de los órganos de contralor.
Pero es evidente que la piratería esta atendiendo mejor las demandas de un consumidor insatisfecho que la industria de la música legal: Por un lado el pirata arma un CD con las canciones que realmente le agradan al melómano y por otro se lo vende a un precio que realmente esta dispuesto a pagar.
Claro seguramente usted me dirá con toda razón, que los compactos piratas son más baratos que los legales, porque no pagan un solo centavo de impuestos y violan todo derecho de propiedad intelectual de sus autores e interpretes, al no declarar el material a Sadaic y las demás sociedades que protegen a los creadores o ejecutores de música. Pero que me dice de la enorme y burocrática cadena de costos por intermediación que tiene un compacto en el mercado legal, que hacen que un disco termine costando $30, cuando el soporte grabado luego del pago de absolutamente todos los impuestos, apenas alcanza los $5,50 de costo? Lo que sucede es que la discográfica quiere ganar el doble, la distribuidora quiere ganar el doble de lo que le cobro la discográfica y la disquería quiere ganar el doble de lo que le cobro la distribuidora y adivine quienes pagan que todos quieran ganar el doble?
Indudablemente, usted y yo.

Con estos desalentadores antecentes: tiene que mantenerse de brazos cruzados la industria musical?

De ninguna manera, solo hay que entender que expresa la demanda, para adecuar la oferta en base a sus necesidades.
Las compañías discográficas tienen que comprender de una vez por todas, que el consumidor de música quiere comprar “ese” tema que escucho en la radio y no paquetes cerrados de música en formato de CD que cuestan muchísimo dinero para las posibilidades de su bolsillo. Esto lo entendió muy bien Apple al crear I Tunes y permitir a los usuarios que desde U$$ 0,50 a U$$ 1 por canción, bajaran legalmente millones de sus temas de preferencia en formato MP3 y con una altísima calidad de emisión. Además creó el reproductor portable I Pod para facilitar el almacenamiento y la transportabilidad de la música a todo lo que hacemos habitualmente.
La música rápidamente esta ganando nuevos canales de distribución como por ejemplo los supermercados y kioscos, acercando los compactos a artículos impulsivos de primera necesidad y alejándolos de la suntuosidad y rigidez de la clásica disquería.
A mi criterio las disquerías se van a tener que adaptar a los nuevos requerimientos del mercado o van desaparecer en su formato convencional tal como se las conoce en la actualidad.
Una de las mejores formas de evolución que imagino, son expendedores electrónicos de canciones (Tipo Banelco), que van a tener la posibilidad de vender temas (no necesariamente en una disqueria, sino en cines, restaurantes, shoppings, hipermercados, etc. ), que directamente vamos a bajar simplemente enchufando nuestro reproductor MP3 al dispositivo USB del dispenser o en su defecto por un costo extra, el sistema va a quemar un CD con la selección que se hizo según la preferencia, perfectamente rotulado con la marca del sistema, el nombre del comprador y algún sponsor que aproveche esta espectacular forma de comunicación. Este dispenser además se podría aprovechar para vender entradas a espectáculos, recitales, cine o para ofrecer ticket de descuentos de marcas de ropa, por ejemplo.
Ojalá los sellos discográficos, junto a las disquerías, productores, artistas, músicos y autores tomemos nota que el mundo gira mas rápido que las revoluciones de un disco, que las necesidades cambian segundo a segundo y que siempre existe una gacela mas rápida que el viejo león, dispuesto a dejarlo en ayunas por el resto del día.